Silueta Bilingual Magazine


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"Las Latinas Enfrentamos Muchos Retos."


Por Lucrecia Farfán-Ramírez

"Ustedes son nuestra esperanza para el futuro." "Contamos con ustedes para guiar a los hispanos al siglo XXI. "He escuchado estas palabras con frecuencia en los dos últimos años. Ahora suenan como un eco que se repite a diario.

Las mujeres latinas son líderes extraordinarias: profesionales en corporaciones, empresarias, académicas y periodistas que ocupan lugares especiales para tener influencia a nivel nacional. Las mujeres latinas son visionarias que invierten en el futuro, en lugar de vivir en el pasado. Algunas veces derramamos lágrimas de sangre, de cólera. Por mucho tiempo se nos ha dicho que somos incapaces de cambiar el estado de las cosas.

El año pasado tuve la oportunidad de convivir con un grupo de visionarias líderes latinas que fundaron el Instituto Nacional de Liderazgo Hispano. El instituto agrupa a mujeres latinas que han demostrado habilidades de liderazgo, pero cuy os talentos necesitan un poco de pulimento para desempeñar cargos importantes a nivel nacional. Fue un gran honor el haber sido seleccionada para formar parte de un grupo de 26 compañeras de toda la nación.

Aunque mis logros, esfuerzos y luchas han sido reconocidos, me doy cuenta que he perdido mi libertad. He admitido públicamente que soy una dirigente. Me he expuesto a recibir críticas al aceptar que soy una líder latina. He aceptad o el desafío de cambiar al mundo, o por lo menos, esos lugares y vecindarios en donde se deshilvana mi vida cotidiana.

Cuando conocí por primera vez a las mujeres de este instituto, tan fuertes, firmes, seguras de sí mismas, inteligentes y hermosas, recuerdo la intimidación y el temor que se apoderaron de mí al pensar en ser menos que otras. En la ceremonia de iniciación, sentimos admiración, unas de otras, de nuestros logros, nuestros títulos profesionales, nuestros sueños y aspiraciones.

Muchas de nosotras hemos sido pioneras en alcanzar algo. Las primeras en nuestras familias en recibirnos de la preparatoria, las primeras en ir a la universidad, las primeras en alcanzar cargos administrativos. Fue una letanía de logros que muchas veces han sido ignorados. Para nosotras, fue un recuerdo de obstáculos y de enormes triunfos.

Algunas de nosotras no parecemos "hispanas" y platicamos sobre cómo pretendemos ubicarnos ambigüamente entre dos culturas, sin pertenecer ni a una ni a la otra. ¿Somos "mujeres de color" si nuestra piel es blanca pero nuestro linaje es latinoamericano? ¿Nos da el color de la piel una ventaja sobre otras latinas de piel más obscura?

Algunas de nosotras somos las únicas latinas en nuestro campo de trabajo. Relatamos historias de celos y prejuicios, a menudo sutiles, pero con frecuencia tan evidentes que nos estremecemos al sólo pensar en esto.

Se nos ha dicho que la única razón por la cual conseguimos nuestros empleos fue por las leyes de igualdad de oportunidad. Nuestra capacidad para comunicarnos en inglés ha sido puesta en tela de juicio debido a nuestros apellidos hispanos. Nuestros ascensos son vistos como cambios para ponernos a prueba, en vez de oportunidades merecidas para avanzar profesionalmente. Y si fracasamos, se nos dice que hicimos quedar mal a otros hispanos en nuestro campo. Algunas veces lloramos porque la carga es demasiado pesada.

Nos damos cuenta que somos mujeres latinas -sólo mujeres- en un mundo en el que las mujeres son menos que los hombres. Feministas anglosajonas nos critican por nuestra sensualidad, y los hombres latinos por nuestra agresividad. Los hombres latinos no nos invitan a salir porque somos demasiado liberadas, y los anglosajones sólo nos invitan porque somos exóticas. Nos exasperamos cuando nuestras familias nos preguntan por qué no nos hemos casado, o cuando cuestionan nuestra moral porque los hombres son parte de nuestras vidas.

Algunas de nosotras hemos perdido nuestra identidad nacional. Nos han desraizado de un lugar que era nuestro hogar y ahora nos encontramos en un lugar donde no se nos quiere. Nos añadimos apellidos, separados con un guión, para establecer nuestra ciudadanía aquí, y nos preocupamos sobre el qué dirán por allá.

Para algunas de nosotras el apellido paterno, que separamos con un guión del apellido que adquirimos en este país, es frecuentemente el único vínivulo que nos une con el país de nuestros padres y abuelos. ¿Qué tan "americanas" debemos ser para poder perder ese prefijo y guión? Y si ansiamos ser aceptadas por lo que somos, y no por la procedencia de nuestros antepasados, se nos califica de desleales.

Nuestro espíritu ha sido abatido por las circunstancias y la cultura. Sin embargo, persistimos. Con otras mujeres nos identificamos nosotras mismas como líderes porque siempre hemos sentido la necesidad de cambiar el mundo que nos rodea. Porque somos madres, hermanas y tías sabemos que el mundo en que vivimos necesita un futuro mejor para nuestras hermanas, hermanos, primos y familias. Sabemos que no podemos quedarnos estancadas en el pasado . . . la respuesta está en luchar para forjar el futuro.

Cada una de nosotras, mujeres latinas, necesitamos ser líderes. Necesitamos ahondar hasta lo más profundo de nuestra alma de mujer, nuestra naturaleza femenina, e incubar ideas para nuestros hijos, amigos, nuestra familia y vecinos, de manera que esas ideas, sentimientos y luchas que nos unen no sean echadas al olvido, sino que sean los cimientos para construir un futuro mejor para todos los latinos. Mujeres latinas: debemos penetrar hasta lo más recóndito de nuestras almas para poder alcanzar la libertad que nos permite ir y venir, hablar, demostrar nuestro coraje, crea, proteger nuestro progreso y nuestros sueños.


Lucrecia Farfán-Ramírez es directora de Extensión Cooperativa en el condado de Alameda, California y miembro de la Clase de 1993 del Instituto Nacional de Liderazgo Hispano.

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